¿Por qué la Unión Europea necesita estrategias audaces y amplias en materia de minerales críticos?

Este artículo fue publicado por primera vez por EURACTIV.

La transición hacia energías limpias está en marcha con importantes implicaciones para las economías de todo el mundo. En los próximos cinco años, el mundo va en camino de instalar tanta capacidad para generar electricidad renovable como lo hizo en los 20 años anteriores; una cantidad equivalente a la totalidad de la capacidad eléctrica actual de China. Asimismo, para 2030, uno de cada dos coches vendidos en los Estados Unidos, la Unión Europea y China podría ser eléctrico.

A medida que se desarrolla esta nueva economía energética mundial, muchas naciones se encuentran inmersas en una carrera para fortalecer y diversificar sus cadenas de suministro de tecnologías de energía limpia, incluyendo tecnologías desde paneles solares y turbinas eólicas hasta coches eléctricos y bombas de calor. Además, muchas de estas tecnologías dependen de distintos minerales críticos, como el litio, el cobalto y las tierras raras. Así pues, sin cadenas de suministro de minerales críticos seguras y resilientes, la transición hacia energías limpias en todo el planeta corre el riesgo de resultar más lenta y costosa.

Observando los mercados de las materias primas a lo lardo del año pasado, los riesgos de un suministro insuficiente son claros. Los aumentos bruscos en los precios del cobre, el litio y otros materiales han roto con décadas de disminuciones en los costes de estas tecnologías —como la eólica y la fotovoltaica que experimentaron en ambos casos aumentos considerables en sus costes de fabricación en 2021. Algo parecido ha sucedido con los precios de las baterías para los vehículos eléctricos, que también han visto un alza pronunciada, en un momento en el que los legisladores en Europa están tratando de tentar a los consumidores para que adquieran vehículos de bajas emisiones.

La realidad es que muchos de los minerales esenciales para las tecnologías limpias se suelen producir en un pequeño número de países. Por ejemplo, China representa más del 80 % de la producción del grafito que se utiliza en las baterías y ocupa una posición dominante en el procesamiento y refinado de muchos otros minerales y metales: el país procesa casi dos tercios de tierras raras, fundamentales para un sinfín de tecnologías, entre las que figuran las turbinas eólicas y los motores de los vehículos eléctricos. Por su parte, la República Democrática del Congo extrae el 70 % del cobalto que se consume en el planeta. Rusia, a su vez, es un importantísimo productor de níquel y platino con los que se fabrican baterías. Esta alta concentración geográfica suscita importantes preocupaciones en lo que a la seguridad del suministro se refiere, puesto que, en el caso de que un productor importante sufriese un cambio brusco en el suministro, restricciones comerciales, averías técnicas u otros acontecimientos geopolíticos, dicha situación podría afectar rápidamente al abastecimiento mundial.

Con su paquete de medidas “Fit for 55” y su plan “REPowerEU”, la Unión Europea se encuentra a la vanguardia de las iniciativas encaminadas a combatir el cambio climático mediante el despliegue rápido de tecnologías limpias. También existe una creciente cartera de proyectos europeos destinados a fabricar turbinas eólicas, electrolizadores y baterías para vehículos eléctricos. Sin embargo, a medida que la UE expande sus ambiciones con respecto a la fabricación de tecnologías limpias, la dependencia de las importaciones de materiales críticos sigue siendo motivo de preocupación en muchos Estados Miembros. A la vez que Europa es responsable de más de una cuarta parte de la producción mundial de vehículos eléctricos, muy pocos de los materiales necesarios para ello se producen en su territorio.

Para mitigar futuros desajustes, se precisa una estrategia amplia y audaz que aúne inversión, innovación, reciclaje y estándares rigurosos en materia de sostenibilidad. Esta estrategia se encuentra en el epicentro de la Ley de Materias Primas Críticas que se presentará en marzo. Para salvar posibles carencias de suministro, será necesaria una mayor inversión para poner en funcionamiento nuevas minas y refinerías para el procesado de minerales, tanto en la UE como en países asociados. Esta medida puede respaldarse con diversas herramientas políticas destinadas a racionalizar los procedimientos de concesión de permisos, minimizar los riesgos de inversión y facilitar alianzas con proveedores en diversas regiones.

La innovación tecnológica, tanto en el lado de la demanda como de la producción, puede traer consigo beneficios fundamentales para la seguridad del suministro mediante el fomento de un uso más eficiente de los materiales, la sustitución de los mismos por alternativas con un suministro menos expuesto a riesgos y el desbloqueo de grandes volúmenes de nuevos suministros. Por ejemplo, durante la última década, el hecho de reducir entre un 40 % y un 50 % el uso de plata y silicio en placas solares ha permitido un aumento espectacular en el despliegue de energía solar fotovoltaica. En el caso de las baterías, es necesario apoyar la innovación en nuevos diseños que requieran menos minerales críticos como el cobalto y el litio.

La reutilización y el reciclaje también pueden disminuir la presión sobre los suministros primarios. Los beneficios del reciclaje para la seguridad pueden ser aún más importantes en regiones que, como la UE, presentan altos niveles de despliegue de tecnologías limpias y limitaciones en cuanto a la dotación de recursos. Implantar reglamentos armonizados en materia de residuos, mejores sistemas de recogida y un sólido marco de inversión en instalaciones de reciclaje constituyen medidas vitales para situar a la UE en una posición de liderazgo en este ámbito. Gracias a la reglamentación sobre economía circular y baterías que ha introducido la Comisión Europea, se establecerá un nuevo marco jurídico que garantizará estándares y objetivos en materia de reciclaje. Por ejemplo, para 2027, los procesos de producción de baterías nuevas deberán permitir el reciclaje de al menos el 90 % del cobalto y el níquel empleado, con un umbral del 50 % en el caso del litio.

La transición hacia energías limpias también debe llevarse a cabo de forma que se enfrenten a los riesgos medioambientales y sociales asociados con la extracción y el procesamiento de minerales, tales como la violación de derechos humanos, la corrupción, las emisiones de CO2 y la pérdida de biodiversidad. Es por ello que recibimos con agrado las diligencias legales que se encuentran actualmente en fase de negociación.

Un programa tan exhaustivo será fundamental para aunar la seguridad climática y energética de la UE con sus ambiciones en política industrial. La UE necesita actuar con rapidez y con propósito, a fin de estar a la cabeza en la carrera mundial por una energía limpia, al mismo tiempo que reduce las emisiones. En este escenario, los minerales críticos no deben contemplarse como un actor secundario; al contrario, desempeñan un papel protagonista en un momento en el que Europa avanza hacia un futuro energético de cero emisiones netas.